Con
qué delicadeza
me
ha mirado desde lejos,
me
ha sonreído y bajo la lluvia
ha
corrido hacia mí
como
tantas veces
lo
ha hecho en la vida.
Ha
sido el reencuentro
de
los viejos amantes,
de
dos cómplices de siempre.
Me
ha abrazado
y
he llorado en sus brazos
horas
y días enteros.
Ella
es la única
que
entiende mis miedos,
que
no juzga mis fracasos
ni
la angustia que me da vivir.
Ella,
mi bella enamorada
de
ojos melancólicos,
ha
regresado
bajo
un aguacero de verano
y
me ha empapado de los recuerdos
de
ese que nunca pude ser,
del
que nunca llegaré a ser.
Esta
vez qué tierna
ha
regresado la tristeza.
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